Si en este momento se encuentra en una situación que le produce tristeza, le invitamos a conocer la Oración de Jabes, diciendo esta oración con mucha fe, aprenderá como solicitarle a Dios su protección y la fortaleza que necesita para mejorar la situación.
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¿Dónde encontrar la Oración de Jabes?
La Oración de Jabes aparece en la Biblia en 1 Crónicas capítulo 4 versículos del 9 al 10:
“Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor”.
En este capítulo se nos muestra la manera en cómo Jabes pidió a Dios, usando una oración pequeña pero muy poderosa que reza así:
“E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe”.
Jabes recibió la respuesta y Dios le otorgó lo que pidió, Jabes fue escuchado.
¿Quién fue Jabes?
De Jabes no se sabe casi nada. Es dicho que fue un descendiente de la tribu de los leones que posteriormente fue incluido a la tribu de Judá, por lo cual se dice que no era perteneciente al pueblo de Dios. También se mencionaba que era un hombre distinguido, su madre lo nombró debido al difícil parto que enfrentó, Jabes significa “doloroso” o “creador de tristeza”, aunque también es traducido en algunas ocasiones como “dado a luz con mucho dolor”.
Se dice que la madre quiso recordar el dolor del parto mediante el nombre de su hijo por distintas razones: Para ser recordada de dar gracias porque, a pesar del dolor, fue bendecida con la vida de su hijo y para que Jabes comprendiera el sacrificio por el que tuvo que pasar su madre, para que la honrara y adorara como era debido y dedicara su vida a compensar a quien le había regalado el don de la vida con tanto esfuerzo y sufrimiento.
¿Qué pidió Jabes en la oración?
En la oración que realiza, Jabes pide a Dios que lo proteja y bendiga, rogando al Señor que lo guarde de los malos presagios que su nombre le recordaba siempre. Es dicho por muchas personas que Jabes pide por cuatro cosas importantes: La primera es que Dios le brinde de su bendición.
Debido a que reconoce al Dios de Israel como el único y verdadero, le pide que lo cubra de su gracia. Aunque se especula que esta parte de su petición estaba enfundada en la promesa que Dios hizo de proteger a Abraham y sus descendientes, que aparece en Génesis capítulo 22 versículo 17.
La segunda petición de que su vida fuera próspera y victoriosa y que el pago por sus esfuerzos sea multiplicado. La tercera fue que la mano del Señor Dios estuviera extendida hacia él y que su fuerza y virtud lo acompañaran diariamente.
La cuarta y última fue protección. Esto demuestra la confianza que tiene Jabes en que Dios será su salvador y su defensor y que su solicitud será escuchada, Jabes quería que Dios le permitiera una vida plena, sin sufrimiento y, por la última información que se tiene de él, Dios cumplió con su petición.
Se dice que la felicidad, el éxito y la paz que Jabes disfrutó después de su petición, hizo que se olvidara de todo el sufrimiento por el que pasó al principio de su vida. La oración de Jabes nos demuestra lo importante que es volver la oración una parte de nuestra vida diaria, porque somos los servidores del Señor. Debemos creer que Él responderá a nuestras suplicas sin importar la precaria situación en la que nos encontremos, porque Él es misericordioso de nuestras almas.
Jabes es el más grande ejemplo de cómo debemos aproximarnos a nuestro Dios, con la cabeza baja, en voz baja, con humildad y amor. Su bondad y consciencia son parte de lo que vuelve su oración tan poderosa.
Muchas personas interpretan su oración fue como si le diera a Dios la potestad de decidir lo que gustaría de otorgarle, a pesar de su deseo, nunca pide que el Señor solucione todos sus problemas, sino más bien que le proteja y le guarde de los males terribles que acechan al mundo. Que camine sin hacerse daño y pueda vivir tranquilo y pleno sin tener que preocuparse por ser herido.
Usualmente cuando rogamos al Señor, le pedimos fuerza para levantarnos por nosotros y por otros, para enfrentar el camino difícil pero para Jabes no fue así. Pidió que se le cuidará del mal, que el Señor le entregara su mano para caminar sin daño la tierra.
Al final, prosperó como nunca pensó que podría. Al abrir su corazón al Señor consiguió resolución de sus conflictos personales, tuvo éxito en sus proyectos y estudios, (era una tradición judía que fuera un doctor). Así atrajo varios discípulos emocionados de ser guiados por el mismo camino de honestidad y sabiduría que él recorrió.
La oración de Jabes, sin embargo, nos abre las puertas a una perspectiva distinta sobre las oraciones. Solemos pedir por el bienestar y la felicidad de otras personas, porque el Señor apoye y guíe a nuestros cercanos y seres queridos, porque los proteja. Pero las oraciones no son solo eso, las oraciones pueden ser mucho más y es lo que esta oración presenta ante nosotros.
Las oraciones pueden ser egoístas, podemos darnos el lujo de pedir por nosotros mismos de vez en cuando; eso fue lo que Jabes hizo. Y fue recompensado porque Dios pudo ver que era sincero en su corazón.
Dios es necesario para tomar los grandes pasos, aquellos que definirán nuestro futuro, aquellos que cambiarán nuestra vida. Nuestro Señor obró milagros para Jabes y puede obrar milagros para nosotros también, siempre que seamos fieles y nos sometamos a Su voluntad.
Muchos hombres mencionados en la Biblia estaban destinados a tener una vida triste o dolorosa. Jabes, Moisés, David e incluso Pedro. Pero si algo nos ha demostrado el Señor es que es capaz de crear todo de la nada. Levantó a estos hombres hacia la grandeza con su poder y su amor y a su vez, estos hombres crearon un nuevo mundo, dónde ahora nosotros caminamos.
Hay un detalle que suele pasar desapercibido dentro de la oración de Jabes y es la siguiente frase: “Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos”, de esta se podría interpretar como que Dios prefería a Jabes por encima de los demás, que el Señor había decidido protegerlo por encima de sus demás corderos, una interpretación equivocada, sin dudas.
Pedir a Dios que nos favorezca no nos vuelve arrogantes o egocéntricos, el deseo de que el Señor nos bendiga con la habilidad para hacer el bien en el camino que ha creado.
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